lunes, 6 de junio de 2011

Juan y su sombra


Juan era un hombre mayor, de unos 54 años, alto, un poco panzón, de mirada muy cansada, y siempre vistiendo formal. Su pelo canoso, y sus dientes amarillos, Juan no sobresalía de la multitud, era un hombre común, con un trabajo común, era oficinista, ganaba poco, se esforzaba mucho, no tenia familia ni mujer. Su vida, rutinaria, y sin muchos seres queridos, lo deprimía, la única que estaba siempre presente, muda, y observante, era su sombra. Un día, llegando de su trabajo, a su pequeño hogar, exclamó con enojo “Esta vida, es miserable, no tengo nada, nadie me acompaña en mis pesares”, y por primera vez, su sombra, cesó su mudez, para responder con enojo “Yo siempre he estado contigo, siempre acompañándote, en cada momento, y luego dices que nadie esta junto a ti”. Juan sorprendido, pero deprimido y enojado, le comento con voz serena “Tu eres solo una sombra, como tu hay miles, todo lo que toca el sol, tiene una sombra, nadie te nota, tu no haces gran diferencia a mi vida.”
La pobre sombra no pudo tolerar estas dolorosas palabras, y sin decir nada, con un perfil triste, simplemente, se marchó. Juan en su enojo y orgullo, no dijo nada, hizo como si no le importase, y fue a dormir, pues el día de trabajo fue muy cansados, como es usual.
La sombra no pudo moverse mucho, alcanzo a llegar a las afueras de la ciudad, cuando el sol se escondió entre las montañas, y la sombra no tuvo más remedio que desaparecer. Al siguiente día, tanto Juan como su sombra se despertaron muy temprano. Juan hizo su rutina usual, se levantó, se vistió, desayuno, se lavó los dientes, y partió hacia el trabajo. Caminó hasta la avenida mas cercana, se detuvo, y esperó a que pasara un bus colectivo, cuando finalmente llegó el bus, al subirse, el chofer notó con horror, que Juan, aquel viejo hombre, vestido de manera formal, no tenia sombra. El chofer, quien era religioso, expulsó agresivamente a Juan del bus, creyendo que la falta de sombra de Juan era obra del demonio. Juan se paró triste frente a la avenida, pero su orgullo era demasiado, como para admitir que extrañaba a su sombra. Miró a sus pies, no había sombra, solo luz lo rodeaba, y así partió caminando a su trabajo, pensando en como iba a excusarse frente a su jefe por la tardanza.
Mientras tanto, la sombra de Juan, avanzaba muy feliz, descubriendo el mundo con libertad, deteniéndose a observar cada detalle que le pareciese nuevo, los ríos, las piedras, las flores, todo. Su objetivo estaba claro, era el bosque, por primera vez, estaba pensando en si mismo, quería cumplir su sueño, de ser la sombra de un árbol. El pensaba “Moverme apenas unos metros al día, estar rodeado de naturaleza, el bosque, las flores, los animales” la idea lo llenaba de felicidad. Claro que la sombra extrañaba a Juan, ¿como no extrañar a la persona con la que estuvo toda su vida?

Juan había llegado a su trabajo, estaba muy cansado, fue una hora de caminata, algo a lo que el no estaba acostumbrado en su rutinaria vida. Además la gente lo miraba raro, pues la ausencia de su sombra, al contrario de lo que el pensó, era muy notoria. La gente lo miraba con cara de desaprobación.
Al entrar en el edificio donde trabajaba, por casualidad, su jefe estaba justo hablando con el portero. “Buenos días, Jefe” “Buenos días, eehh.. Juan me gustaría hablar con usted en privado” Juan comenzó a preocuparse, nunca antes le había pedido hablar en privado, y justo le pidió el día en que llegó sin sombra. Al llegar a la lujosa oficina del jefe, ubicada en el quinto piso del edificio, el Jefe se sentó en un cómodo sillón de cuero negro, e hizo una seña con la mano, invitando a Juan a sentarse frente a el. Comenzó a hablar lenta y claramente. “Mire Juan, En esta empresa, los trabajadores deben ser miembros productivos de la sociedad, ¿Comprende?” “Si señor” “Bien, y yo no pude evitar notar que usted ha sido privado de un elemento esencial, algo que nos acompaña siempre, la sombra” “Si señor, tuvimos una discusión y…” No alcanzo a terminar la frase cuando su jefe lo interrumpió diciendo “Esta despedido Juan, usted no puede trabajar así en nuestra respetada empresa, nos podría perjudicar”
Juan se devastó, si Juan hubiese sido mas sensible, hubiera llorado, ahí mismo, frente a su jefe, frente a aquel hombre que el tanto respetaba. Pero no, Juan no era sensible, el pasar de los años, habían insensibilizado a Juan, y simplemente bajo la mirada, en señal de tristeza. Se levantó con tranquilidad, y se retiró del edificio, de la misma manera en que su sombra se había retirado de su casa. Se sentó en la cuneta, estaba triste, su trabajo, su sombra, y su hogar, eran todo lo que el tenia, ahora solo le quedaba uno.

La sombra estaba gozosa, disfrutando del bosque, al cual ya había llegado. Caminó y caminó hasta encontrar el árbol mas apuesto, el de madera más bella, más dura, y de hojas más verdes. Una vez encontrado, le pregunto a la sombra que lo estaba ocupando con mucha cortesía: “¿Podrías dejarme un espacio, para poder acompañarte en tu labor?” La sombra respondió “Por supuesto, con mucho gusto, ven, acompáñame”
Y así la sombra de Juan, se incorporó al árbol, disfrutando de la calma, disfrutando de su sueño.
Juan mientras tanto, estaba desolado, con tristeza como no la había sentido nunca. Sin nada que hacer, se dirigió a lo único que le quedaba, a su hogar. Caminó una hora, nuevamente, impulsado por las ansias de dormir, de cerrar los ojos y escapar de la realidad que tanto le pesaba en este momento. Y al llegar a su hogar, lo miro con alegría, entró, y sin quitarse la ropa, sin ducharse, sin hacer nada, se desplomó en su cama, y se durmió al instante.
Al despertar, Juan no sabia que hacer, ya no tenía trabajo, la gente lo miraba raro porque ya no tenia sombra. Pensó, en su error, en lo cruel que fue con su sombra, pues a pesar de todo, ella siempre estuvo ahí, y el no lo supo apreciar, la culpa lo carcomía.

La Sombra estuvo muy feliz con su árbol, y con su nueva amiga. Pero extrañaba a Juan, y se sentía culpable porque el sabia que, aunque el no lo apreciara, lo necesitaba. Se levantó decidido, y sin decir nada, partió caminando de vuelta a la ciudad, al encuentro de Juan. Esta vez, no disfruto el viaje, no se detuvo a observar nada, era mucha su motivación de volver, que simplemente no se concentraba en nada más que llegar. Caminó todo el día, y de noche desaparecía, y así pasaron varios días, hasta que un amanecer, a lo lejos, la sombra pudo divisar la ciudad. Fue tanta la emoción, que corrió, corrió como nunca había corrido, y siguió corriendo.
Al llegar a la puerta de la casa de Juan, se detuvo. Camino lentamente hacia la puerta, sentía inseguridad, pero aun así, tocó a la puerta. Pensó que podría ser que Juan lo recibiera mal, por haberlo abandonado, pero lo extrañaba mucho como para volver, al fin y al cabo, el era parte de Juan.
La puerta se abrió, Juan levanto la mirada, y sus ojos se llenaron de asombro, “¡Sombra, volviste!” “Si, te extraño, soy parte de ti” “¡Gracias a dios, tenias razón, siempre estuviste ahí, y no supe apreciarlo, discúlpame!” Y sin decir palabra alguna, la sombra volvió a ser muda, y retorno a su trabajo inicial, a ser la sombra de Juan.

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