Ser, es frustrante. Los recuerdos más felices de mi vida son
aquellos inexistentes, las imágenes del comienzo de esta, en las cuales la
mente no registra nada en la memoria. Una mente consciente, pero con la
capacidad de imaginar, es un castigo. La condena eterna de ser capaz de pensar
en quien podríamos ser, pero saber lo que somos.
Cuando la soledad llena los espacios y los sentidos se
vacían, solo queda la imaginación para desprenderse. Esta nos lleva a lugares
maravillosos, donde nuestras capacidades son ilimitadas. Millones de veces he
sido el mejor artista, he sido capaz de todo, he sido un escritor reconocido,
dueño de mil empresas, incluso he viajado a otros mundos, a otros lugares. He
creado planteas, ciudades, países, sistemas, gente. He complacido todos mis deseos
y he enriquecido mis paisajes, solo para dar cuenta de que en realidad no he
logrado nada.
No me planteo como un infeliz, pero si remarco la crueldad
de ser capaces de siempre poder imaginarnos mas felices de lo que somos.
Ejercitando esto, se me ha ocurrido lo que sería poder imaginar en un estado de
inconciencia, sin saber lo que somos en realidad y que todos nuestros sentidos
respondan a nuestros pensamientos. Poder ver ese cielo púrpura, poder acariciar
los arboles de agua, poder saborear el azúcar que llueve, poder oler los
perfumes de los truenos.
En su contraparte, quizás seríamos más felices si fuésemos seres
consientes pero incapaces de imaginar. Quizás la felicidad sería un estado
permanente, si no pudiésemos adormecer la mirada y ver que hay más allá de
nuestros deseos. Es dura la vida de un ser que reconoce su existencia, pero
trasciende de ella en pequeños sueños de los cuales somos diseñadores, solo
para retornar al a imposibilidad de estos diseños.